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Cada día despierto un poco más al fondo:
ordeno mis tareas, me desgrano en pequeños cometidos
que apuntalan mi existencia como si, a cada paso,
fuera a derrumbarse
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pero hay algo errado en el batir del movimiento,
algo que me impide saborear gloriosa
mi pequeño abismo incontenible:
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…………nada alcanza a curar la herida que te nombra
…………nada, y ni siquiera el óxido del tiempo,
…………te devuelve al lugar del que viniste.
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No es que aún te quiera
es que no quererte
me resulta infinitamente,
una y mil veces,
más doloroso.
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La niña de las puertas tiene pesadillas cada noche.
A veces, haciendo carne el pánico que la acecha insistente,
se despierta exhausta, quebrada como un junco, abierta de par en par.
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Entonces, arropada por la crisálida humedecida que la vigilia ofrece,
comienza a recordar
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y es, sin embargo, en el recuerdo
donde todos sus monstruos, juntos,
la devoran.
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Quisiera arrancar, de una vez por todas,
ese odioso catálogo de pequeñas cosas
que te nombran en silencio, a cada paso.
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Quisiera olvidar tu nombre y tu recuerdo,
la manera en que, incauto, te regalabas
a la más temible de las fieras,
borrar las noches que abandonábamos
a la intemperie, ajenas al amor que profesábamos
…………. y que sólo exista, al fin, la herida abierta
………… una herida sin nombre ni sangre que la incendie.
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foto: barbarabutragueño/sigüenza2009