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* Primera presentación *
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* Recital y segunda presentación *
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* Primera presentación *
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* Recital y segunda presentación *
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El medio es un lugar que desconozco.
Desconozco su paz, su pan, sus orillas pacientes,
el sonido aplacado del musgo que brota en su centro.
Desconozco la hiedra amarillenta
que florece con delicadeza del cuerpo
del que asume lo que le es dado
y no espera
ni canta
ni tiembla
ni es herido de muerte por la ínfima, leve exhalación
que se derrama del pecho retráctil y manso
del gorrión de la mañana.
Desconozco cómo fui a parar aquí.
Aquí, donde el pájaro de la indiferencia
canta uno a uno, suavemente,
los hallazgos
y, así,
crea el día.
Aquí, donde la turbieza es patria
y la patria: orfanato, desapego, bocanada insustancial.
Luchando por el llanto regular, el tacto regular,
la vida regular para que no duela, cadáver
de mí misma, cadáver
del fiero esfuerzo de no esperar,
del aquietamiento obligado, del amor dividido,
del miedo. Del miedo
a no ser bastante.
Del miedo a que no sea suficiente.
Porque, quizá, este país calcinado
sea lo único que mi cuerpo entiende por amor.
Quizá mi pecho no conozca más idioma
que el diluvio.
Terror a verme
perpetuamente obligada al punto medio
sólo para evitar la derrota,
el paisaje incendiado de la expectativa.
Merece, acaso, la pena
cercenarnos para sobrevivir,
hundir el alma en lo terrestre
y sentir a media voz, amar
a media voz, ganar
ya sólo a media voz
batiendo una victoria insípida entre las manos
cuando el último brillo de nuestra boca
intacta, perfecta, regular,
se apague con desdén y sin remedio.
Desde cuándo sobrevivir
se ha convertido
en algo tan importante.
foto: bárbarabutragueño 2012
Como cada mañana, se levanta,
ordena sus cabellos como un gorrión
adormecido ahueca sus plumas
y observa cómo la luz se tiende
con doliente piedad sobre su piel.
Distraídamente
repasa con los ojos sus heridas
mientras recorre, uno a uno, los años
que en su regazo ya se hinchan
como rebosantes flores venenosas.
Hoy, más que ayer,
el pasado se le anuda al cuello
como un animal acobardado
y por un momento,
por un preciso momento, la luz,
con desconsolada franqueza,
le permite sentir en toda su profundidad
el abismo, la lejana oquedad
desde la que se ha terminado acostumbrando
a contemplar el mundo.
Que no os engañen sus mejillas incendiadas,
que no os confundan las flores de sangre
que, con fiereza, le parten en dos el rostro:
su cuerpo lleva una eternidad deshabitado
y cada noche yace secretamente,
amontonado e inútil,
como vieja ropa humedecida.
Durante todo este tiempo
el miedo ha soplado con fuerza,
tejiendo en ella una vasta red
de grutas y pasadizos,
y ahora,
ya hueca,
ya horadada por un desamparo indecible,
sostiene enternecida su presente y su pasado,
mira con detenimiento
ese órgano ulcerado que es su vida,
y con precisión de cirujano le practica
una incisión en un extremo.
El órgano,
majestuoso,
relincha en plena florescencia
y comienza a exudar, sigilosamente,
el futuro y su brumosa claridad.
Ella recoge con delicadeza
el efluvio entre sus manos
y besa, una por una,
a todas las personas que no será,
y besa, uno por uno,
todos los sueños que no verá cumplidos
y que ramificaban
en la bóveda de su pecho
insufriblemente.
Y los deja marchar
y se pide perdón,
con la vida
ya lacia
entre las manos.
Libre.
foto: bárbarabutragueño.2010.lisboa